domingo, 26 de agosto de 2012

¿Para qué la ortografía y la gramática?


(Una respuesta aproximada a la pregunta de un amigo)

¿Para qué la ortografía y la gramática? Esta pregunta me la ha hecho varias veces un amigo historiador, que conozco hace poco, pero que se ha ganado un lugar dentro de mi selección de amigos. Le respondí a medias o no sé si le respondí con cualquier barbaridad, pero ahora que recuerdo divagué para contestar. En serio ¿para qué la ortografía? Después de meditar durante unos días pude descubrir la respuesta: yo leo para deleitarme con las historias de vida, de los viajes y de las hazañas de un determinado personaje. Como se supone, el libro en donde leo eso está bien escrito. Si yo quiero trasmitir lo mismo a otros lectores, haciendo el ejercicio de escribir (algo que uno logra con el tiempo y con muchas horas de escritura y correcciones), por lo que para escribir debemos saber ortografía, gramática y redacción.

El otro día cometí un error terrible que corregí de inmediato al decir: "hay maestros que ponen libros a leer que no son los más apropiados para los alumnos". ¿Qué fue eso? ¿Desde cuándo los libros leen o hablan? De inmediato corregí: "hay maestros que ponen a leer libros que no son los más apropiados para los alumnos". No sé si notan el error, pero es muy común cometer esos errores. ¿Qué me importa a mí hablar como quiera? Para eso existenten las licencias literarias, sobre todo en poesía, pero sí es una necesidad ver cómo hablamos, cómo escribimos.

Mi amigo el historiador agregó después en otra conversación: ¿por qué no hacerle caso a Gabriel García Márquez cuando propuso en el Congreso de la Lengua Española en Zacatecas, México, jubilar la ortografía? ¡Jamás!, le dije alterado. Eso sería como echar a la borda años de estudio y de lectura, ¿entonces para qué la gramática? Si la ortografía y la gramática no sirviera para nada Fernando Vallejo no habría escrito su propia gramática que tituló Logoi y, hace poco, una biografía del más grande gramático colombiano, Rufino José Cuervo, que estudió durante años cómo hablamos y cómo escribimos, y que tiene un nombre bellísimo: El cuervo blanco.

Sé que es muy vago lo que escribo y que falta mucho por ahondar en cuando a la funcionalidad de la ortografía y la gramática, pero por algo se empieza. Jubilar la ortografía sería como volver al cortar la mano al "Manco de Lepanto".

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