martes, 27 de octubre de 2009

Chávez, entre el delirio y la demencia

Las deterioradas relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela se han visto aún más rotas y distanciadas en los últimos días, dada la decisión de Colombia de cumplir con la cláusula de cumplimiento del Plan Colombia, acuerdo de cooperación para la lucha contra el narcotráfico, herencia dejada hace una década por el presidente Andrés Pastrana, después de romper acuerdos de paz en el infausto intento de negociación del Caguán.
Pero para entender un poco cuál es la razón que ha llevado a Venezuela a tomar dicha decisión, es bueno, por no decir obligatorio, darle un vistazo al polémico libro El poder y el delirio escrito por el analista y escritor mexicano Enrique Krauze, quien lo presentó en la Feria del Libro de Bogotá recientemente. En dicho libro está sustentado psicológicamente el comportamiento anormal y excéntricamente mofo del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Rafael Chávez Frías, presidente perpetuo por decisión de un pueblo que integra la “Cubita” contemporánea de América del Sur.
El Socialismo Siglo XXI, el proyecto de doctrina de la revolución se ve a simple vista como un proceso de reivindicación de los derechos del pueblo venezolano, un Estado que nada en petróleo pero que le pasa como al millonario por azar, que cuando le pega a la lotería hace hasta lo imposible por hacerse notar y gastar de forma descomunal.
Las ayudas condonables a los países del continente para recomponer su economía y la aprobación de préstamos a Argentina para pagar su Deuda Externa con el Fondo Monetario Internacional no es más que una sustitución de dominio de los yanquis a lo que llama Chávez como hermandad latinoamericana, su imposición de caprichos y políticas en la recién creada Unasur y en el Banco del Sur, el reemplazo del BID, pero con dominio del Socialismo del Siglo XXI, doctrina de esclavismo para los pobres que creen en Chávez.
Los interminables discursos de Chávez, donde hace gala de su delirio de persecución por parte de lo Estados Unidos, son el falsete de lo que se vivió en Cuba con el ascenso de Castro al poder y derrocamiento de Fulgencio Batista. En la “Plaza del Che” se paraba varias horas Castro, el verdugo de Cuba, a discernir complejas utopías de lo que sería la Revolución Cubana, hoy dictadura irrompible.
En cualquier Planta de Petróleo o plaza pública se sienta como un mandamás el ególatra presidente de Venezuela a fustigar posiciones políticas, amenazar países y dictar interminables órdenes a sus súbditos que, como sucede en Cuba, viven como los más refinados burgueses con comodidades capitalistas, sus enemigos en el discurso, actuando como izquierdistas de doctrina en el papel.
A Colombia se le acusa de internacionalizar el conflicto por la Operación Fénix, donde fue abatido Raúl Reyes, pero esos críticos no se dan cuenta de que el proyecto de Socialismo Siglo XXI fue partícipe de ese golpe, porque para nadie es un secreto que en Ecuador y en Venezuela en los últimos años se ha protegido a los comandante de los grupos irregulares. Las decisiones drásticas se toman en el momento en que está en peligro la soberanía y la legitimidad de un gobierno, como sucedía con el de Colombia.
Las presencia militar de los gringos en Colombia son el nuevo tormento de Chávez, quien se siente vigilado. Como una caricaturesca figura de la literatura entra en demencia y se arma una guerra donde no la hay, como el Quijote con los molinos de viento.
El delirio de grandiosidad bolivariana ha hecho que Chávez esté en un estado de demencia senil al creerse el Libertador de las Repúblicas suramericanas de las garras del imperio norteamericano. El encarnado liderazgo de Chávez no debe ser considerado herencia de Bolívar, porque aunque sean venezolanos los diferencia la locura de uno y la serenidad del otro.
El delirio y la grandeza serán el caballito de batalla con que el incendiario comandante en jefe, Hugo Chávez, manipulará a sus copartidarios y tratará de tomar el poder de una América soñada por Bolívar, que Chávez está ahogando y echando a perder.

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