lunes, 27 de julio de 2009

La novela como radiografía social

Para muchos lectores esporádicos el género de la novela tiene mucho de ficción, de historias acomodadas y personajes que en cierta forma no existieron. En ocasiones puede ser así, pero la nueva onda novelística es muy autobiográfica y de historias reales, porque la historia así lo exige, si tomamos en serio cada uno de los parámetros de una buena novela que expone Milan Kundera en su compilación de ensayos El arte de la novela.
Los lectores voraces de novelas podemos dar fe de que la mayoría de ellas tienen su ficción, aunque también tienen su parte de realidad, porque así lo quiere el escritor, quien necesita acomodar a unos hechos un personaje.
Dentro del nuevo boom de la literatura colombiana se puede decir que escritores como Mario Mendoza, autor de Satanás, y Héctor Abad Faciolince con Basura, dos escritores que escribieron novelas que ellos mismos predispusieron para novelar, sin saber a qué se enfrentaban, presenciaron y simularon vivir, aunque sí vivieron, conocieron y vieron de cerca de sus personajes. El asesino de Satanás, que todo el mundo conoce por su éxito en el cine, fue protagonista en la vida de Mendoza, cuando estudiaba literatura en la Universidad Nacional. Héctor Abad, un maestro de lo expresable en palabras sencillas, conoció y fue vecino del personaje de Basura, un escritor frustrado, incapaz de ser un buen escritor.
En los últimos años, en mis largas lecturas y empolvadas búsquedas de libros, descubrí en una biblioteca privada a un escritor antioqueño, un polifacético creador y novelista, un conocedor de la vida, así la vida no le haya dado la oportunidad de estar cerca de sus personajes, ni de sus historias, porque, como me lo dijo en un mensaje de e-mail describió a Yarumal desde la lejanía, aunque pareciera ser que estuvo con una imaginación arrolladora.
Jorge Franco Ramos, un escritor formado en talleres de escritura, como el de Manuel Mejía Vallejo en la Biblioteca Pública Piloto, y afortunado estudiante de la meca de los escritores, la Universidad de los Andes, tomó para su novela Melodrama, como punto de referencia, a un pueblo de tradición católica, arraigo conservador y cuna del tradicionalismo moral de Antioquia, la tierra de un pintor genial como Cano y un hombre con olor a santidad, o por lo menos eso dicen
Como sé que el pueblo santo cobija en sus entrañas rencores, o eso parece, pareciere ser que el antiguo Índice de censura creado por el Papa Inocencio VIII en 1487, en su encíclica Index Librorum Prohibitorum, sigue vigente, después de haber estado censurando por cinco siglos. Por eso, como la gente no lee las novelas que muestran la verdadera faceta de nuestras sociedades, se niegan a quitarse la venda de los ojos y ver lo que ha estado escondido por años en las ultratumbas de la historia eclesiástica.
La novela –en palabras de Milan Kundera-, es la historia de la Edad Moderna, un texto escrito por un novelista ante un descuido de Dios, quien ha abandonado el lugar desde donde había estado dirigiendo el universo. El bien y el mal fueron separados y la verdad se descompuso en cientos de verdades. Jorge Franco, haciendo caso a este principio de la creación literaria ha dado un paso gigantesco al atreverse a mostrar el tejido social de la sociedad, tal cual puede verse en las páginas de Rosario Tijeras y en Melodrama.
La pederastia, el sicariato, la descomposición social, la doble moral, la vida social de una comarca que hace méritos al adagio de “el que reza y peca, empata” son, por decir lo menos, las temáticas de que hace uso Franco para revelarnos en su “ópera prima” Melodrama las verdades inmorales que han estado por años guardadas, para evitar escándalos, como secreto de confesión.
Hasta en las mejores familias, como moteó algún novelista a las rarezas sociales que siempre son negadas para conservar el estatus, son novelables. Por eso, nada más que decir, que Jorge Franco noveló lo que hoy vemos con extrañeza: los sicarios, el tráfico de drogas y los grupos armados de limpieza social, no sólo liderados por comandantes, si no también por pastores con sotana. Nada raro. Una verdad anticipada. Una muestra de lo hipócritas que somos para aceptar la maldad de nuestro ser.

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