sábado, 18 de diciembre de 2010

Valió la pena tanta espera

Por Sergio Mesa Cárdenas
Desde hace unos años, cada mes de octubre, por estas fechas, que la Academia Sueca se dispone a dar el nombre del Premios Nobel de Literatura, siempre he esperado con ansias ver al escritor Mario Vargas Llosa galardonado como uno de los más grandes escritores universales, pódium que ahora comparte con quien fuese su amigo –amistad que se desvaneció por razones políticas-, y también Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez.

En la última década, entre las numerosas publicaciones que han aparecido de Vargas Llosa, se han publicado los más bellos y bien escritos, no queriendo decir que “La ciudad y los perros” o “Conversaciones en la catedral” no lo fuesen, sino que “Travesuras de una niña mala” y “El paraíso en la otra esquina”, donde se ve su espléndida creación de un mundo irremediablemente macondiano, con un estilo propio de uno de los escritores que ha hecho el mejor estudio de la obra garciamarquiana, que fue publicado bajo el título de “Historia de un deicidio”, como tesis doctoral, donde queda al descubierto cómo un hombre como García Márquez creó un mundo irreal con clima tropical, con el aderezo imaginativo de los Buendía y de cómo “el realismo mágico” sería uno de los estilos literarios de mayor profundidad dentro del género novelístico.

Esta mañana, mientras tomaba un café y escuchaba la radio, no podía creer lo que anunciaba Julio Sánchez Cristo, quien fue el primero que entrevistó a Vargas Llosa para Colombia. Un hombre que ya se había acostumbrado a estar en la lista de “descartados de la literatura latinoamericana”, al lado de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, quienes no fueron galardonados con ese premio esquivo, que en algún momento estuvo más viciado por las posiciones políticas que por el verdadero arte de la creación literaria, por fin reposa en un escritor de grandes quilates, un señor de sonrisa amplia y dentadura perfecta, de quien Juan Carlos Onetti se refería en una anécdota con un periodista: “Discúlpame que no tenga dientes, se los presté a Vargas Llosa”.

Su prolífica obra circunda los géneros de la novela y el ensayo, con dos temáticas arrolladoras en su narrativa, como puede verse en las interpretación que se despliega del ensayo mejor escrito en la literatura universal sobre “Madame Bovary, de Flauber”, que Vargas Llosa llamó “La orgía perpetua: Flauber y Madame Bovary”. A renglón seguido puede mencionarse su más maravillosa obra sobre la dictadura de Trujillo en República Dominicana, “La fiesta del chivo”, leyendo en cada línea cómo el poder tiende a desmoronarse con cada asonada política, que a su vez es propiciada por los mismos hombres leales al dictador. Un estilo muy parecido, en su estudio sobre el poder, que García Márquez describió en “El otoño del patriarca”.

Por lo menos, diremos los más optimistas, como lo mencionó Héctor Abad Faciolince en una entrevista, “Mario Vargas Llosa fue premiado por sus obras y por su defensa de las libertades, porque él es un liberal, que defiende posiciones como el agnosticismo y a su vez defiende el matrimonio entre parejas del mismo sexo. Ese es Vargas Llosa, un hombre enamorado del liberalismo y un férreo oponente de las dictaduras ideológicas”. Para mayor orgullo, un colombiano como Héctor Abad, fue elogiado por el nuevo Nobel de Literatura en una columna en El País, de España, que puede decirse fue una respuesta al elogio que hizo Abad sobre Vargas Llosa en una entrevista que éste concedió en el evento literario Hay Festival, y que fue ratificado con un regalo de un libro incunable sobre el Congo, una nación africana que es el ambiente en donde se desarrolla la nueva obra que publica Vargas Llosa, y que tiene por nombre “El sueño del celta”. Habrá que leerla, ya no como la obra de un escritor, sino como la de un maestro.

Sólo faltará esperar que algunos escritores como Philip Roth o Milán Kundera también sean premiados en las próximas ediciones, para que vuelva a verse en equilibrio entre la política y la literatura que manejó por años la Fundación de Alfredo Nobel.

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