domingo, 13 de junio de 2010

Catapulta de agache

La noticia más sonada dentro de los grupos de politólogos –incluyendo las cafeterías- fue que el presidente Uribe salió victorioso y dio cátedra de diplomacia a los presidentes Chávez, Correa y Ortega. Independiente de no tener la misma afección de muchos de mis amigos por Álvaro Uribe Vélez, ciudadano colombiano y citadino de Salgar, Antioquia, reconozco la diplomacia del jefe del Estado colombiano. Santo y seña.

Sí, habló bonito, con la jurisprudencia colombiana y dentro de los parámetros de la diplomacia. En un tono medio altisonante, más no hipócrita, por decir lo menos. Fue Uribe, quien además de mostrar las pruebas –no voy a deslegitimarlas- se acercó con gallardía a Correa –quien lo miró desconfiado-, a Chávez –quien con chanza recibió las disculpas- y a Ortega –quien todavía no da el brazo a torcer por San Andrés y Providencia-, les anestesió las heridas abiertas por tanta banderilla y los estocó para la foto, los tres sonrientes y Uribe con la tres dedos levantados: III (Triuribato)

Las acciones de defensa que emprendió el presidente, en la semana más aciaga de su gobierno, en la más victoriosa y feliz de su seguridad democrática, lo catapultaron a tener una popularidad que debe reconocerse, aunque no admitirse. Antes de disputa diplomática tenía un 80% de popularidad; una semana después tiene un 88%. Interpretaciones hay muchas, verdades contadas.

Para muchos es orgullo que el presidente tenga una de las popularidades más altas en la historia del país, incluso por encima de la funesta expansión del socialismo bolivariano de Chávez. Pero se olvidan de lo que pasa en realidad en casa, en las altas esferas del gobierno que, adverso a la buena diplomacia del presidente están al borde del patíbulo.

Pocos estuvieron pendientes del debate que le hicieron al ministro sucesor de la seguridad democrática, Andrés Felipe Arias, a quien le hicieron contar los kilómetros de la hacienda Carimagua con la lengua. Sudó para salir a defenderse. La senadora liberal Cecilia López lo trató de “despojador de tierras” y “contrarreformista”, porque estaba haciendo la tercera reforma agraria en el país, sucediendo las ya hechas por la violencia en los años sesenta y la de los pramilitares. Este hecho puso en serios aprietos al ministro, quien ve remota su presidencia y cerca su remoción del cargo. Todo pasó al olvido con la brillante diplomacia del presidente.

El camino es culebrero, dirán los paisanos. Para una presunta reelección del presidente faltan muchas tareas difíciles, en las que habrá que acudir a la malicia paisa, de quien el presidente es su mayor promotor. Faltan algunos meses para elegir presidente en los Estados Unidos, a sabiendas de que ganará Obama, promotor en defender la mano de obra gringa, antitratados de libre comercio, en el que Colombia saldrá mal librado.

La popularidad del presidente podría empezar a decrecer si en EE.UU ganan los Demócratas, y los principales proyectos afectados sería el replanteamiento del Plan Colombia, que ahora se llama Patriota; los créditos para financiar la guerra, por lo que se verán obligados a gravarle unas décimas más al impuesto al patrimonio que, según el Ministro de Hacienda, lo pagan los cinco ricos del país, y terminan pagándolo los de clase media.

Ahora que estamos en la época de la tolerancia y el regocijo, reconozco las acciones que por el bien de la nación viene desarrollando el gobierno, y proclamo la defensa que de la institucionalidad colombiana hizo el presidente. Pero, espero que en esta semana de fe, y poca esperanza, el presidente reconsidere la posibilidad de optar por el triuribito y se dé unas vacaciones, muy necesarias para los huesitos, las carnitas y los uribitos.