viernes, 19 de febrero de 2010

Sicarios + narcotráfico = ¿Antioquia?

Estoy escandalizado, yo que no me escandalizo con nada. Nosotros los antioqueños estamos siendo objeto de estigmatización por parte de la novelas de RCN. Tengo gran tristeza por cómo nuestra Antioquia está siendo mostrada a Colombia y al mundo, como una zona del país violenta y donde se camina sobre los muertos.
La novela Rosario Tijeras, de gran audiencia entre el pueblo colombiano, está acabando con la imagen que por tanto tiempo hemos construido los antioqueños, en un reto que fue formulado desde la Gobernación, para mostrarnos en el 2020 como “La mejor esquina de América”.
Podrán decirnos regionalistas; habitantes de Paisalandia; o mejor aún, República Independiente de Antioquia, pero nos sentimos orgullosos de lo que somos y hemos construido en los últimos siglos, una imagen de progreso que se ha forjado a pulso, y una historia de colonización escrita por los arrieros que está enmarcada en los libros de historia, al lado de la mula, el símbolo del trasegar antioqueño en el trabajo y la pujanza.
Está bien que Fernando Vallejo es un resentido social y que nos ha catalogado como “el peor pueblo”, llegando ha estigmatizar a Medellín con su noveleta La virgen de los sicarios, que no fue tan grave en pleno proceso de desarme de los grupos ilegales en Medellín; fue en menor medida más objetivo Víctor Gaviria en mostrar las entrañas de las comunas en su película La vendedora de rosas, porque también hay que decirlo, hay que ver cómo ha sido nuestra historia y mostrar las realidades de la postmodernidad urbana.
Claro está, no todo puede ser rosa, pero de verdad que las novelas colombianas del último año se han encarnizado en mostrar a Antioquia como una guarida de ratas, un nicho de sicarios y una caleta del narcotráfico que tiene el país del Sagrado.
Qué pesar que los libretistas no conozcan sino a Antioquia, porque no es solamente Medellín la ciudad estigmatizada, también ha sido Yarumal, al decir del guionista de la novela El Capo, que ese tal narco con apellido Jaramillo, de los más abundantes en Antioquia, nació en Yarumal. Qué desfachatez, qué dolor, ¡qué vergüenza! Siento una lamentación profunda como antioqueño, como ancestro de arrieros y habitante de la comarca más hermosa que tiene este país.
Recuerdo cómo hace unos años en pleno primer gobierno del Presidente Uribe las críticas que llovían por haber puesto un gabinete con una cuota de más del 80% paisa, de su confianza y de equipo de trabajo, algunos trabajaron con él en la Gobernación de Antioquia. Rabia y envidia es que nos tienen, porque somos el departamento con mayor resueno en el país, con eventos como la Asamblea del BID; prontamente los Juegos Suramericanos; los eventos más importantes de Suramérica con sede en Medellín, como la Bienal Internacional de Arquitectura; y una de las administraciones más famosas en cuanto a las transformación social, como el gobierno de Fajardo, así se esté deteriorando su imagen.
Cómo no sentirnos orgullosos de Antioquia, si de aquí tenemos al presidente más famoso de la historia de Colombia en el último siglo; dos pensadores de los más importantes que han destallado en las letras y la filosofía, como Fernando González y Estanislao Zuleta; una capital del departamento de las más sobresalientes en el país por su desarrollo económico y social, incluso más que la capital de la República. Razones para defender a Medellín y a Antioquia hay de sobra y rechazamos categóricamente que seamos tratados como un pueblo de sicarios.
Nosotros como antioqueños no tenemos culpa alguna que en nuestro terruño se haya parido a uno de los narcos más buscados en el mundo como Pablo Escobar; el grupo de los Doce Apóstoles haya sido en Yarumal un ala delincuencial y sicaresca del paramilitarismo; que en nuestra tierra se produzca gran parte de la cocaína que produce Colombia. Nosotros somos personas de bien y no necesitamos hacer parte de novelas absurdas para figurar, porque nada es ficción, todo lo que representa a Antioquia es una realidad.
Por el respeto de nuestra Antioquia y de la ciudad de la eterna primavera rechacemos la novelesca de los bogotanos, quienes han creado un manto de miedo y desconcierto ante la comunidad nacional e internacional de lo que es Medellín, próxima a celebrar los juegos más importantes de Suramérica. La época del terror ha pasado. Gritemos todos ¡Arriba los antioqueños!