viernes, 6 de noviembre de 2009

Escatología y dignificación de la política

El término de escatología se entiende como el estudio del excremento, un término un poco asqueroso para tratarlo en una columna de opinión, pero es necesario utilizarlo para ejemplificar la referencia que hacen muchos ciudadanos de lo que les produce el término política, tan bien justificado por Aristóteles en sus obras. Es muy común escuchar que les produce asco la política.
En estos meses preelectorales, donde el ramillete de candidatos a la Cámara y Senado es amplio, se han estado fraguando algunas propuestas que conlleven a un contrato entre ciudadanos y políticos, un intento de dignificar la política, enmarcado en un compromiso ético y político, como lo conceptualiza el politólogo y reformador de la Teoría Política Joan Prats, quien propone unos principios para formar buenos políticos.
Los buenos políticos, dice Prats, evitan la retórica y la demagogia y, por el contrario, transforman el discurso social en sueños que se puedan solidificar.
La dignificación de la política, como un componente de renovación, debe tener planteado el principio de continuidad en las iniciativas de los políticos, entendido esto en los Representantes a la Cámara y Senadores, con posibilidad de ampliarse a la elección de Diputados y Concejales, y por qué no en la elección popular de Gobernadores y Alcaldes, proponiendo un modelo de liderazgo y continuidad de las propuestas.
La madurez política de la democracia debe partir del proceso de continuidad de las propuestas electorales.
Plantea el teórico político Prats el concepto de confianza electoral, destronando de la ética política actual la traición de los ideales y la confianza de los electores, generando un compromiso inequívoco de los políticos a las promesas de campaña.
La ética política debe partir de un inescrutable sentimiento de respeto a los ciudadanos.
En ocasiones, como escribió Antonio Caballero en su ensayo sobre La manipulación de la belleza, la falta de ética política y la dignidad para reconocer los errores por parte de los políticos, son la cuota inicial para construir un modelo de feicización de la política, asumiendo que la política de los últimos tiempos huele a mierda de corrupción, o como dice él mismo: “La política, que es el arte de la disimulación y del engaño, afea el rostro, que es (dicen) el espejo del alma (...) En mi oficio de periodista político yo no trato con la belleza, sino con la fealdad. No me ocupo de los grandes hombres, sino de los pequeños y mezquinos. No sé si pueda afirmarse de manera rotunda que a todos los políticos profesionales les convendría una intervención extrema de cirugía reconstructiva”.
La dignificación de la política, como un contrato social, más que elegir candidatos líderes, debe incluir un compromiso serio de seguimiento a las propuestas de los elegidos, sin caer en un olvido que más tarde costará el detrimento patrimonial de que viven los municipios actualmente.
Elegir a un gobernante no debe ser un acto de cumplimiento con la democracia, sino que debe ser un compromiso irrenunciable de no cerrar los ojos ante las acciones administrativas. De lo contrario, la política tendrá una terrible malformación que asquea, una gangrena que deberá ser objeto de un acucioso estudio de escatología política. Que la mierda no sea sinónimo de política y corrupción.